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domingo, 24 de noviembre de 2013

Detectives en un caso de escritores asesinos

Crédito de imagen
 Dice Patricia de Souza , escritora peruana, en el Babelia de este fin de semana que escribir plantea el reto de enfrentar  la representación no sólo de la historia de uno mismo sino también de la de su país. El reto se inscribe entre las ganas de liberarse de una realidad pesada " de un país en quiebra, de golpes y militares" y la necesidad de no dejar borrar la memoria de personas desesperadamente vivas. La literatura  se sitúa ante  la encrucijada de apartarse de la realidad o de ser grito de rebeldía quizás liberador.

    Estamos leyendo estos días  El círculo de los escritores asesinos del también peruano Diego Trelles Paz, y cuando intentamos desentrañar parte de la plurisignificación textual  aparece ante nuestros ojos  un universo donde la joven intelectualidad  limeña puebla sus días y noches de una pasión y culto desbordantes por  la literatura, la escritura,  el cine,  la música  llegando a recordarnos aquellas experiencias protagonizadas por primeras figuras del mundo del arte de finales del XIX y principios del XX en París, pero estos jóvenes no están en "la capital del mundo" sino sobre un fondo tenebroso donde asoman sincopadamente las alargadas sombras de las personalidades más siniestras que tejieron la vida pública de los peruanos.  Aunque Trelles nos sirve pequeñas pinceladas de transfondo político, el tono del libro no es pesimista, amargo, todo lo contrario, para mí su lectura es excitante  y los guiños al lector muy frecuentes. El poder de la palabra, la literatura como forma de "salvar la vida" -qué divertido el doble sentido con que nos lo cuenta Ganivet- la reivindicación de la escritura como pulsión vital logran atenuar  el fondo político y social que el lector que ha leído y ha oído contar historias sabe entender para poder ejercer de detective en esta novela como nos indica Roncagliolo en el prólogo.

       ¿Realidad o literatura? En esta obra ambas cosas. La cita de Rimbaud que da paso a los manuscritos de los "asesinos" procede de su última obra Una temporada en el infierno y en concreto de la parte titulada Mala sangre donde el poeta maldito cuenta cómo su naturaleza lujuriosa, mentirosa, apática procede de su ascendencia gala y cómo de ella no se puede liberar. Toda una declaración de intenciones el elegir esta cita ¿no? Por no seguir hablando de los nombres de autores españoles que sirven para enmascarar la verdadera identidad de estos amigos, escritores que encontraron demasiado pronto su fin provocado de forma directa o indirecta por el lamentable estado de su país, España: Ganivet, Larra y Sawa.

       ¿Realidad y literatura? Estas son las palabras que en la propia novela, somos grandes detectives ysabemos que no es un documento testimonial, Jonás le dice a Ganivet  con respecto a este asunto al que le estamos dando vueltas: "¡Las palabras, Roque, las palabras! Y gracias a ellas, el único y supremo poder del ser humano que no es otro que la posibilidad de inventar, de cambiar la realidad y explicar el absurdo cotidiano con magia. La ficción, Roque, es el verdadero pulmón de nuestra existencia. (...) Es muy probable que ,si muere aquí adentro, su historia quede como una anécdota curiosa y se disipe en unos pocos meses. Pero usted tiene un arma valiosa. Roque: es un escritor, puede manejar las palabras, construir ficciones que se inscriban para siempre en el imaginario colectivo. Tiene el poder en sus manos."" (página 59-60 de la edición de Candaya)

          Seguiremos hablando del libro. Os dejo con un vídeo del autor leyendo un fragmento del libro: el que cuenta la historia del escritor peruano Oliva que se suicidó "toreando" coches. Aclara que es verdad y no ciencia ficción. Y también os dejo la dirección de su blog que es una auténtica delicia.